El día que Bahamontes ganó el Tour de 1959 con un bidón con coñac
Federico Martín Bahamontes marcó un hito del deporte español, uno de esos éxitos que quedan marcados para siempre en la memoria de un país, cuando en 1959 se convirtió en el primero en ganar el Tour de Francia. Con el paso del tiempo otros seis compatriotas acabarían venciendo en los Campos Elíseos, con mención especial para el pentacampeón Miguel Indurain, pero el toledano fue el pionero con un truco muy especial.
«Yo corría a base de carajillos y no me fiaba de nadie. Es más, me preparaba mi propia bomba. Al margen del bidón de agua, café o té, en una petaca de aluminio, que llevaba en mi bolsillo trasero, me preparaba un mejunje, que era una especie de carajillo: dos cafés, media copa de coñac y un chorrito de Colastier, un regulador del ritmo cardiaco. Cuando faltaban 50 kilómetros para la meta, yo sacaba mi petaquita y para dentro. Volaba», rememoraba muchos años después Bahamontes.
Con esta peculiar mezcla entre pecho y espalda, confirmó el mayor éxito de su carrera aquel 18 de julio de 1959, cuando llegó con el maillot amarillo a París después de cubrir los 331 kilómetros de la etapa final, con salida en la localidad de Dijon. Fue un triunfo rotundo, ya que sacó más de cuatro minutos en la clasificación general al francés Henry Anglade, segundo clasificado, en un podio que cerró un mito del ciclismo galo como Jacques Anquetil, vencedor en cinco ocasiones del Tour, quien perdió más de cinco minutos respecto al toledano.
Bahamontes ya nunca más pudo volver a proclamarse campeón en la carrera ciclista más prestigiosa del mundo, aunque estuvo cerca de repetir éxito en 1963, cuando concluyó segundo precisamente por detrás de Anquetil. Un año más tarde subió al único cajón del podio que le faltaba por probar, el tercero, en su penúltima participación. En la última, en 1964, tuvo que abandonar y no pudo ver los Campos Elíseos, pero lo que nadie podrá arrebatarle nunca será su histórico triunfo del 59 con su inolvidable petaca.
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